ADIÓS JEFE, POR SIEMPRE ESTARÁ EN NUESTROS CORAZONES
Por Yolanda Calderón
Siempre supe que algún día tenía que escribir esto porque el protagonista de la historia me lo recordaba muchas veces cuando se proponía hacer bromas pesadas, pero mi esperanza era poder tener una varita mágica para interrumpir ese momento, pero como cualquier mortal sin habilidades superiores en la magia, el día me llegó y aquí estoy tratando de expresar las emociones que nos deja la partida del jefe “Benemérito” al que acompañé en este oficio por muchos años.
Don Emilio Martínez Paula nos deja cuando el valor del oficio periodístico es incomprendido y muchas veces menospreciado. Su ejemplo se vuelve más elocuente, más luminoso, en la medida en que la amenaza sobre la libertad de prensa nos hace percibir mejor el significado de esa libertad.
Hoy con este sencillo ho-menaje despedimos a un eximio periodista y a un verdadero caballero. Pero, por sobre todas las cosas, le decimos adiós a un hombre bueno.
Hace algunos años me dio la oportunidad de ser parte de su periódico, él mismo me entrevistó y desde el primer momento tuvimos una conexión profesional increíble. Poco a poco me fue abriendo los espacios y me hizo su mano derecha en la parte editorial.
Escuché sus historias una y otra vez, sus chistes, sus bromas, hablábamos de política aunque según él, yo no sabía nada en ese campo, pero así era el jefe. Me decía que el día de su funeral yo iba a ir con un pañuelo y una cebolla para que mis lágrimas brotaran y así hacerle creer a los demás que sentía su partida. ¡Qué equivocado estaba el jefe!, no necesité de una cebolla para expresar mis emociones.
No niego que muchas veces me puso los ‘pelos de punta’ por su carácter fuerte y con ganas de dejar todo tirado, pero me acordaba del adagio: cuenta hasta 10, respira profundo. Funcionaba.
Fue un hombre de carácter, hiperactivo, que no co-nocía la diplomacia, lo que pensaba lo decía sin importarle si hería suceptibilidades, pero eso era bueno, las personas sabían a qué atenerse con él; personalmente prefiero a las personas así y no a las que pasan por el mundo sin tomar partido en nada.
Decía cómo he podido soportarla por tantos años y yo le respondía, mejor pregúntese cómo he podido soportarlo a usted. Fue una relación de respeto, de profesionales que amábamos lo que hacíamos, paternal si se quiere también, de enseñanza.
Lo quise y lo admiré sinceramente y hoy lo digo públicamente porque él y su familia lo sabían.
En las últimas 6 u 8 semanas, tal vez presintiendo que su tiempo se agotaba, me llamaba por teléfono y me hablaba de su aprecio y de la confianza que depositaba en mí para que su periódico saliera sin que él estuviera presente todos los días. Hasta un premio me decía que estaba gestionando para mí y yo me reía.
Pero el jefe sabe que, y emulo las palabras de El Libertador Bolívar, no aró en el mar, me preparó y me moldeó para acompañar al periódico hasta que el tiempo lo decida.
‘El Benemérito’ como exigía en broma que debíamos llamarlo, fue un hombre que con su ejemplo de vida ha dejado una huella indeleble en los corazones de todos los que estuvieron cerca de él.
Un patriota que siempre albergó la espe-ranza de ver a su Isla libre y que estamos seguros que desde el lugar donde se encuentre hoy, seguirá ejerciendo ese trabajo, que luchó a través de la palabra por las injusticias que un régimen como el de los hermanos Castro cometía con su pueblo, _ese pueblo que tuvo que dejar por allá en la década de los 60s_, pero que nunca borró de sus recuerdos.
Y tal vez para no ser testigo de la ignominia que por estos días se prepara en su isla cuando Raúl Castro salga de la presidencia, pero no del gobierno de Cuba, fue que decidió partir.
La elección por sesión constitutiva, en la que pro-bablemente resulte victorioso el actual vicepresidente Miguel Díaz-Canel, será la primera vez que alguien sin el apellido Castro gobierne Cuba desde que Fulgencio Batista huyó del país en el Año Nuevo de 1958 y Fidel Castro tomó el poder el 1 de enero de 1959.
Don Emilio fue un hombre que para quienes no tuvieron la suerte de conocerlo a fondo, pudo resultar ‘insoportable’ ‘pesado’ para decirlo en términos cubanos y como él mismo lo decía: “más pesado que yo no hay otro”.
Pero, para los que sí estuvieron cerca de él, amigos verdaderos, familia, gente del común que lo apreciaron, era un hombre de carácter fuerte pero con corazón de merengue, ese mismo corazón del que muchos sacaron provecho.
Periodista como pocos, intelectual de grandes ligas, cuidador de su lengua nativa, el español, articulista y escritor de libros, historiador que supo plasmar en muchos de sus escritos la historia de su tierra y de los grandes patriotas que admiró especialmente José Martí. Defensor ante todo de las libertades y la democracia.
Creador de empresas, de las cuales siempre le recordaba a todos, quién era el dueño. Criado en un periódico como solía contar y donde aprendió de su padre Norberto, al llegar a Estados Unidos y después de muchos obstáculos que supo sortear positivamente, no dudó en fundar un medio de comunicación, su hobby, su pasión.
Nació entonces La Información, órgano informativo que le dio cabida a muchos amigos que como él tenían el ideal de una Cuba Libre. Con el tiempo, nació la Buena Suerte. Con el pasar de los años diversificó su producto, y surgió Inglés Práctico.
Siempre imponente estuvo al frente de sus negocios con una fortaleza que daba envidia de la buena, (si es que la hay), porque lo hacía parecer un quinceañero.
Pero la vida no es para siempre y en los últimos años su cuerpo comenzó a sentir el peso y el paso del tiempo.
Aunque optimista, mostraba su mejor cara y su humor unas veces teñido de negro otras de blanco, pero su simpatía en algún momento de la conversación salía a relucir.
Se nos fue el padre, el abuelo, el esposo, el maestro, el patriota, el periodista, el empresario y al final se salió con la suya, como siempre haciendo lo que le daba la gana, se despidió del mundo terrenal el mismo día de su cumpleaños, Una de sus frases favoritas era: yo hago lo que me da la gana aquí y en cualquier parte.
¿Iría al cielo? No lo sabemos, solía comentar que ese era un lugar muy aburrido donde no había restaurantes ni se podía fumar un tabaco o tomar un café cubano.
Pero esté donde esté, en cualquier lugar de este Universo, para los que lo quisimos, respetamos y admiramos, por siempre estará a nuestro lado y seguirá dando ‘lata’.
A su esposa, la señora Lina, a sus hijos Josefina, Emilio Sebastián, Bert, Carlos, a sus nietos y bisnietos y demás miembros de su familia, todo el personal que trabajó para él, los envuelve en un cálido abrazo de condolencias ante la pérdida física que costará mucho supe-rarla, porque el olvido nunca hará parte del libro de la vida de Emilio Martínez Paula.
Don Emilio Martínez Paula, 13 de abril
de 1923-13 de abril de 2018.
Por Yolanda Calderón
Siempre supe que algún día tenía que escribir esto porque el protagonista de la historia me lo recordaba muchas veces cuando se proponía hacer bromas pesadas, pero mi esperanza era poder tener una varita mágica para interrumpir ese momento, pero como cualquier mortal sin habilidades superiores en la magia, el día me llegó y aquí estoy tratando de expresar las emociones que nos deja la partida del jefe “Benemérito” al que acompañé en este oficio por muchos años.
Don Emilio Martínez Paula nos deja cuando el valor del oficio periodístico es incomprendido y muchas veces menospreciado. Su ejemplo se vuelve más elocuente, más luminoso, en la medida en que la amenaza sobre la libertad de prensa nos hace percibir mejor el significado de esa libertad.
Hoy con este sencillo ho-menaje despedimos a un eximio periodista y a un verdadero caballero. Pero, por sobre todas las cosas, le decimos adiós a un hombre bueno.
Hace algunos años me dio la oportunidad de ser parte de su periódico, él mismo me entrevistó y desde el primer momento tuvimos una conexión profesional increíble. Poco a poco me fue abriendo los espacios y me hizo su mano derecha en la parte editorial.
Escuché sus historias una y otra vez, sus chistes, sus bromas, hablábamos de política aunque según él, yo no sabía nada en ese campo, pero así era el jefe. Me decía que el día de su funeral yo iba a ir con un pañuelo y una cebolla para que mis lágrimas brotaran y así hacerle creer a los demás que sentía su partida. ¡Qué equivocado estaba el jefe!, no necesité de una cebolla para expresar mis emociones.
No niego que muchas veces me puso los ‘pelos de punta’ por su carácter fuerte y con ganas de dejar todo tirado, pero me acordaba del adagio: cuenta hasta 10, respira profundo. Funcionaba.
Fue un hombre de carácter, hiperactivo, que no co-nocía la diplomacia, lo que pensaba lo decía sin importarle si hería suceptibilidades, pero eso era bueno, las personas sabían a qué atenerse con él; personalmente prefiero a las personas así y no a las que pasan por el mundo sin tomar partido en nada.
Decía cómo he podido soportarla por tantos años y yo le respondía, mejor pregúntese cómo he podido soportarlo a usted. Fue una relación de respeto, de profesionales que amábamos lo que hacíamos, paternal si se quiere también, de enseñanza.
Lo quise y lo admiré sinceramente y hoy lo digo públicamente porque él y su familia lo sabían.
En las últimas 6 u 8 semanas, tal vez presintiendo que su tiempo se agotaba, me llamaba por teléfono y me hablaba de su aprecio y de la confianza que depositaba en mí para que su periódico saliera sin que él estuviera presente todos los días. Hasta un premio me decía que estaba gestionando para mí y yo me reía.
Pero el jefe sabe que, y emulo las palabras de El Libertador Bolívar, no aró en el mar, me preparó y me moldeó para acompañar al periódico hasta que el tiempo lo decida.
‘El Benemérito’ como exigía en broma que debíamos llamarlo, fue un hombre que con su ejemplo de vida ha dejado una huella indeleble en los corazones de todos los que estuvieron cerca de él.
Un patriota que siempre albergó la espe-ranza de ver a su Isla libre y que estamos seguros que desde el lugar donde se encuentre hoy, seguirá ejerciendo ese trabajo, que luchó a través de la palabra por las injusticias que un régimen como el de los hermanos Castro cometía con su pueblo, _ese pueblo que tuvo que dejar por allá en la década de los 60s_, pero que nunca borró de sus recuerdos.
Y tal vez para no ser testigo de la ignominia que por estos días se prepara en su isla cuando Raúl Castro salga de la presidencia, pero no del gobierno de Cuba, fue que decidió partir.
La elección por sesión constitutiva, en la que pro-bablemente resulte victorioso el actual vicepresidente Miguel Díaz-Canel, será la primera vez que alguien sin el apellido Castro gobierne Cuba desde que Fulgencio Batista huyó del país en el Año Nuevo de 1958 y Fidel Castro tomó el poder el 1 de enero de 1959.
Don Emilio fue un hombre que para quienes no tuvieron la suerte de conocerlo a fondo, pudo resultar ‘insoportable’ ‘pesado’ para decirlo en términos cubanos y como él mismo lo decía: “más pesado que yo no hay otro”.
Pero, para los que sí estuvieron cerca de él, amigos verdaderos, familia, gente del común que lo apreciaron, era un hombre de carácter fuerte pero con corazón de merengue, ese mismo corazón del que muchos sacaron provecho.
Periodista como pocos, intelectual de grandes ligas, cuidador de su lengua nativa, el español, articulista y escritor de libros, historiador que supo plasmar en muchos de sus escritos la historia de su tierra y de los grandes patriotas que admiró especialmente José Martí. Defensor ante todo de las libertades y la democracia.
Creador de empresas, de las cuales siempre le recordaba a todos, quién era el dueño. Criado en un periódico como solía contar y donde aprendió de su padre Norberto, al llegar a Estados Unidos y después de muchos obstáculos que supo sortear positivamente, no dudó en fundar un medio de comunicación, su hobby, su pasión.
Nació entonces La Información, órgano informativo que le dio cabida a muchos amigos que como él tenían el ideal de una Cuba Libre. Con el tiempo, nació la Buena Suerte. Con el pasar de los años diversificó su producto, y surgió Inglés Práctico.
Siempre imponente estuvo al frente de sus negocios con una fortaleza que daba envidia de la buena, (si es que la hay), porque lo hacía parecer un quinceañero.
Pero la vida no es para siempre y en los últimos años su cuerpo comenzó a sentir el peso y el paso del tiempo.
Aunque optimista, mostraba su mejor cara y su humor unas veces teñido de negro otras de blanco, pero su simpatía en algún momento de la conversación salía a relucir.
Se nos fue el padre, el abuelo, el esposo, el maestro, el patriota, el periodista, el empresario y al final se salió con la suya, como siempre haciendo lo que le daba la gana, se despidió del mundo terrenal el mismo día de su cumpleaños, Una de sus frases favoritas era: yo hago lo que me da la gana aquí y en cualquier parte.
¿Iría al cielo? No lo sabemos, solía comentar que ese era un lugar muy aburrido donde no había restaurantes ni se podía fumar un tabaco o tomar un café cubano.
Pero esté donde esté, en cualquier lugar de este Universo, para los que lo quisimos, respetamos y admiramos, por siempre estará a nuestro lado y seguirá dando ‘lata’.
A su esposa, la señora Lina, a sus hijos Josefina, Emilio Sebastián, Bert, Carlos, a sus nietos y bisnietos y demás miembros de su familia, todo el personal que trabajó para él, los envuelve en un cálido abrazo de condolencias ante la pérdida física que costará mucho supe-rarla, porque el olvido nunca hará parte del libro de la vida de Emilio Martínez Paula.
Don Emilio Martínez Paula, 13 de abril
de 1923-13 de abril de 2018.
Cultivo una rosa blanca, En junio como enero, Para el amigo sincero, Que me da su mano franca -Jose Martí
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